Índice de contenidos:
- Qué tienes que saber antes de ir…
- Qué ver y hacer en la Reserva de la Biosfera de Dana
- Cómo llegar
- Dónde comer
- Dónde dormir
Qué tienes que saber antes de ir…
Dana es una pequeña localidad rural que se sitúa a los pies de la reserva natural más grande de Jordania. La Reserva de la Biosfera de Dana, se extiende a lo largo de un profundo valle que desemboca en el Aravá, el wadi que une el mar Muerto con el mar Rojo y que forma parte del Gran Valle del Rift.
Se trata de la única reserva en Jordania donde se encuentran representadas las cuatro zonas biogeográficas del país (mediterránea, la saharo-arábiga, la irano-turaniana y la sudanesa). Por esta razón, también se encuentra aquí la mayor diversidad biológica del país.
Qué ver y hacer en la Reserva de la Biosfera de Dana
La Reserva de la Biosfera de Dana es una zona de gran belleza, historia y biodiversidad. Como tal, ofrece una amplia gama de actividades que realizar con distintas duraciones, de entre dos horas a todo el día: senderismo, observación de aves, escalada de rocas, rutas en mountain bike de dificultad variada, descenso de cañones, excursiones para descubrir los tesoros arqueológicos de la zona, etc. Hay muchas rutas cortas que se pueden hacer sin guía sin ningún problema, pero también se puede contratar a guías locales beduinos para excursiones más largas.
Dana, es un punto de partida perfecto para explorar la Reserva. Este pequeño pueblo, ocupado por numerosas civilizaciones desde la Edad Antigua, está habitado mayormente por descendientes de la tribu “Al Ata’ata” que se establecieron en el área durante el periodo Otomano, unos 400 años atrás, y construyeron el pueblo actual.
Con el paso de los años, muchas familias se vieron obligadas a mudarse en busca de mejores condiciones de vida, dejando el pueblo casi abandonado y sus casas prácticamente derruidas. Pero gracias a las acciones benéficas de la asociación de mujeres “Friends of Dana” y al repunte del turismo en la zona, alrededor del 70% de las tradicionales casas de piedra han sido restauradas, permitiendo a muchas familias permanecer en el pueblo.
Por el camino, ya íbamos tomando consciencia de que nos estábamos adentrando a la Jordania más rural. Pero la verdad es que nuestra llegada a Dana, fue de lo más surrealista. Aparcamos el coche en la «plaza» del pueblo. De repente, y aún sin habernos bajado del coche, un grupo de hombres que parecían estar arreglando un viejo coche en medio de la «plaza», se acercaron a saludarnos, pidiéndonos que bajáramos las ventanas.
Entre apretones de mano, como si nos conocieran de toda a vida, nos empezaron a explicar alguna historia que no éramos capaces de comprender. Al final, con la ayuda del mayor del grupo, que era el que mejor chapurreaba el inglés, conseguimos entender que nos estaban pidiendo si les podíamos ayudar con la reparación de su viejo coche, dejándoles el gato de nuestro coche de alquiler.
Amablemente, les hicimos comprender que al no ser de nuestra propiedad, no podíamos arriesgarnos a dejarles la herramienta. Con nuestra mentalidad occidental, pensamos que quizás nuestra falta de cooperación podría resultar en una rayada a nuestro coche, una vez estuviéramos en el hostal. Lejos de esto, el hombre mayor nos preguntó en que hostal nos hospedábamos y nos acompañó hasta la misma puerta de entrada.
Aunque en ese momento la situación nos pareció, como mínimo, inusual, más adelante comprendimos totalmente su actitud. Esto fue cuando, en la zona de Wadi Mujib, tuvimos un problema con nuestro coche y, sin pedir nada, salieron jordanos de todas partes a ayudarnos con la reparación, trayendo sus propias herramientas y sin pedir absolutamente nada a cambio.
Pero si nuestra llegada al pueblo ya había sido “diferente”, nuestra llegada al hostal fue del todo surrealista. El hostal, como esperábamos, era una antigua casa de piedra ligeramente restaurada, siguiendo el estilo tradicional de la zona. Un chico recogió nuestras maletas y las dejó en el patio de la casa, indicándonos que subiéramos unas escaleras para hacer el check-in.
Al entrar en la habitación, un hombre sentado detrás de una mesa de oficina, en una butaca de piel, con varios anillos de oro en sus manos y una bandejita de aceitunas especiadas a su lado, nos indicó que tomáramos asiento para negociar, al más puro estilo magnate. A su alrededor, había 4 o 5 hombres más, algunos vestidos de militares (luego descubrimos que era el uniforme de trabajo habitual de los forestales que trabajan en la Reserva), que nos observaban sin decir nada.
Después de comprobar nuestra identidad, empezó la negociación. Fue una negociación colectiva, cada uno de los hombres allí presentes iba formulando su propia oferta en relación al precio de nuestra estada y comida. Al cabo de un buen rato, nos pareció adecuada una de las propuestas ofertadas y accedimos al trato. Sí, la palabra que describe la situación vivida en la mente de un occidental es SURREALISMO.
No obstante, si hubo algo que marcó nuestra estada en Dana, más que todas las experiencias vividas, fue la comida. Después de todo lo sucedido, nuestra mente occidental nos decía que la cena que nos ofrecerían en ese hostal híper-rural, necesitaría de todas nuestras defensas inmunitarias si queríamos seguir en forma la mañana siguiente…
Nada más lejos de la realidad. Cuando entré en ese comedor y vi el banquete, totalmente casero, que habían preparado para los huéspedes, no me lo podía creer. Auténtica comida tradicional jordana, de aquella que requiere de una larga preparación y cocción, probablemente elaborada por sus mujeres, a las que nunca vimos. Para mí fue “la experiencia” gastronómica del viaje.
La mañana siguiente, salimos temprano del hostal para hacer senderismo por la Reserva. En la “plaza” del pueblo, nos encontramos al hombre mayor que nos acompañó hasta el hostal el día antes. Regentaba un pequeño colmado al lado mismo de la plaza, donde compramos agua mientras él nos hablaba sobre sus ¡13 hijos!. También nos contó que estaba restaurando una casa del pueblo para abrir un pequeño hostal rural y, no sé muy bien cómo, nos acabó llevando a visitar su local en obras para conocer nuestra opinión respecto al mismo. Esas vivencias que solo puedes experimentar en lugares pequeños y rurales como Dana…!!
Empezamos nuestro recorrido en el Rummana Campsite, desde donde sale una ruta circular que pasa por distintos miradores que ofrecen bonitas vistas de la Reserva. Había dos rutas más que salían de la zona, una subía a lo alto de una montaña y, la otra, te llevaba a unas cuevas. No obstante, decidimos hacer una ruta alternativa que nos explicaron los trabajadores del campamento, la cual te acercaba a la emblemática zona de las White Dome o Cúpulas Blancas.
👉 Para más información sobre actividades y rutas por la Reserva de Dana: Dana Biosphere Reserve - Jordan Tourism Board
Pasado el mediodía, regresamos al campamento donde, aunque el restaurante ya había cerrado, se ofrecieron a prepararnos algo de comer. Otro pequeño disfrute. Y es que creo que en ningún otro lugar en Jordania, comí como en la zona de Dana.
Después de comer, emprendimos rumbo hacia nuestro próximo destino, la zona del mar Muerto y Wadi Mujib.
Cómo llegar
Dana se encuentra a medio camino entre Petra (a 55 km) y el mar Muerto (a 115 km). Como la mayoría de destinos en Jordania, lo mejor es llegar en coche. Esto te va a llevar 1h desde Petra o unas 2h desde el mar Muerto.
El Rummana Campsite está a 15 km del pueblo de Dana, unos 20 minutos en coche. Como el campamento está dentro de la reserva, tendrás que dejar tu coche estacionado justo antes de entrar en ella. Desde el parking, una camioneta lanzadera te llevará hasta el campamento.
Dónde comer
Tal y como he mencionado, para mí, Dana fue “la experiencia” gastronómica del viaje y es que, aunque no puedo hablar de sitios que no probé, me pareció que la tendencia de la zona era la elaboración de comida tradicional jordana de forma 100% casera. Así pues, creo que independientemente del hotel donde te alojes ¡vas a comer muy bien!
Dónde dormir
Nos alojamos en el Dana Tower Hotel, una antigua casa de pueblo transformada en pequeño hostal rural. Aunque tengo que admitir que no es un alojamiento adecuado para los públicos menos aventureros, es una buena opción si quieres hacer senderismo por la Reserva de Dana. Practicarás una inmersión total al estilo de vida de los pueblos más rurales de Jordania y podrás probar la abundante y rica comida casera jordana que sirven, sin duda, lo mejor del lugar.